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Paz y Ciencia

jueves, 15 de noviembre de 2012

El Niño Interior de Einstein

Albert Einstein es un caso célebre del genio que permaneció siempre vinculado a la naturalidad del niño interior. Se dice que Einstein no empezó a hablar hasta casi cumplir los cinco años. "Incluso a la edad de nueve años no era capaz de hablar con soltura", comenta su biógrafo Ronald W. Clark. La autenticidad de su yo infantil no fue contaminada por el lenguaje, sino que quedó inscrita en una sensación de asombro no verbal. El mismo Einstein reconoció esta cualidad del niño en su interior. Y, frente a la adversidad, supo rendirle fiel homenaje. En sus notas autobiográficas, escritas a la edad de setenta y cinco años, encontramos la siguiente reflexión. De hecho es casi un milagro que los métodos modernos de enseñanza no hayan sofocado por completo la santa curiosidad indagadora; porque esta pequeña y delicada planta, adenás de estímulo, necesita sobre todo libertad; sin ella, el naufragio y la ruina son seguros. Es un error muy grave pesar que el placer de observar e inquirir puede fomentarse mediante la coacción o el sentido del deber. Esta naturalidad,libertad y perpetua sensación de asombro, puntualmente, preservadas a lo largo de su edad adulta, perduraron como rasgos distintivos de la personalidad de Einstein hasta su vejez. La vida de Wolfang Amadeus Mozart, por el contrario, ejemplifica la inversión unilateral de las tendencias positivas del niño interior. Este es el caso de un genio infantil que, según sus biógrafos, fue incapaz de equilibrar su personalidad, porque no supo desarrollar su lado adulto y socializado. Su yo infantil quedó así prisionero del amor dependiente, henchido de grandiosidad y compelido a buscar la aprobación de su padre, de su monarca y de su mundo. Su talento musical brilló sin mácula, pero su comportamiento pueril terminó llevándole a una muerte prematura. Existen también personas dotadas para las cuales el ingreso en la madurez y en la edad adulta trae consigo una disminución de la vibrante fuerza del niño. Consídérese, por ejemplo, el desolador efecto de la madurez sobre los dones de muchos niños prodigio. El proceso de socialización sofoca de alguna manera las facultades naturales de la mayoría de los niños. Este es el dilema narcisista. Tal vez las cosas suceden del siguiente modo: el niño real, viéndose forzado a adaptarse, se convierte en un pequeño adulto y se identifica con un yo falso. Los tesoros del autentico yo infantil son entonces ocultados y protegidos en un santuario tan bien escondido que cuando el yo adulto madura, es incapaz de recordar y recuperar al niño interior que, de este modo, termina abandonado y perdido. Con el tiempo, la racionalidad o la amargura sustituyen a la espontaneidad y transparencia naturales de aquel yo resplandeciente. Como se lamentaba J. Robert Oppenheimer, oscuro y genial adelanado de la era atómica: "Hay niños jugando en la calle que podrían resolver algunos de mis principales problemas en el campo de la física, porque poseen modalidades de percepción sensorial que yo perdi hace mucho tiempo".
W.A. Mozart -Piano Concert Nº23- Jorge Bucay -Prioridades- Jorge Bucay -Perdonar- Janis Joplin at Woodstock Reflexión de Paulo Coelho En Paz -Amado Nervo-

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