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Paz y Ciencia

domingo, 25 de noviembre de 2012

La Locura en Oriente y Occidente



[...] Son considerables las diferencias que separan el mundo occidental. En Occidente, una cultura exclusivamente basada en la razón, interpreta la locura, pura y simplemente, como un defecto: loco, aquel que ha perdido la razón. En Oriente, al contrario, en el seno de sociedades unidas esencialmente por lazos religiosos, la locura se interpreta metafóricamente como una posesión por los espíritus (espíritus de los muertos o espíritus demoniacos; y los demonios son precisamente los ancestros muertos). Metafóricamente, puesto que se lo designa como posesión es la perturbación de las relaciones entre el espíritu del loco y el de los demás miembros de la comunidad: muertos o vivos, no importa -los muertos forman parte del grupo con el mismo derecho que los vivos.

En Occidente, el loco ha perdido lo que todos los demás tienen en común; en Oriente, es una víctima del combate con los espíritus. Y por ello mismo entra en contacto con el espíritu de la colectividad. En el primer caso el loco se vuelve extraño a la colectividad y pierde toda relación con ella; en el segundo caso, al contrario, cristaliza en él de un modo casi material un conflicto entre espíritus que pertenecen por igual al grupo, un conflicto interno al grupo. Aquí el loco es poseído por el grupo. Aquí el loco es poseído por el grupo. Allí el grupo le desposee. De ahí derivan dos prácticas clínicas distintas: Occidente exterioriza a sus locos diciendo que los interna. Mientras que Oriente, los interioriza, los exorciza. Paradojas del lenguaje...

En otras palabras: Occidente excluye a sus locos y los reagrupa para encerrarlos aparte en unas cárceles rebautizadas como hospitales; por el contrario, Oriente reintegra a quien se ha convertido en el lugar donde se expresa simbólicamente un conflicto colectivo. Para resolver este conflicto, y -mediante la práctica de una empírica "justicia distributiva" mental (técnica principal del shaman)- devolver a cada cual el espíritu que le corresponde.

Occidente introduce una diferencia, una distancia entre el loco y el grupo, mientras que Oriente jamás ha podido pensar a cada uno de ellos sin el otro. En Oriente, el enfermo es "cuidado" en acción: en la sociedad y sin ser aislado. Es cierto que existen el aislamiento religioso, el tabú de impureza, etc, pero cumplen paradójicamente una función inversa: la de unir más profundamente entre sí a los miembros de la sociedad, incluyendo a aquellos considerados como impuros, por medio de una misma concepción de la pureza. Concepción religiosa que no puede excluir a nadie en cuanto es trascendente a todos; mientras que la idea de razón con la que Occidente define la sinrazón excluye verdaderamente al loco, en la medida en que esta idea viene impuesta por una colectividad de individuos que únicamente constituye una minoría en el seno del grupo: la clase dominante.

Mientras Oriente vive la enfermedad en acción, Occidente la concibe como representación: la mantiene a distancia, "olvida", encubriéndolas, las relaciones que mantiene con el grupo, y finge objetivarla únicamente para curarla mejor. Gracias a la ciencia, por supuesto, es decir, gracias a la razón. Hermosa contradicción: ¿con qué razón nos comunicamos con aquel de quien precisamente decimos que no razona?

Christian Delacampagne: "Antipsiquiatría. Una lógica de la esquizofrenia". Ed. Mandrágora

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